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domingo, 23 de febrero de 2014

Erase que se era...



Un reino de semi sombras y voces lejanas, donde las puertas del castillo se abrían a destiempo. El caballero y la dama que lo habitaban casi flotando salían de la habitación principal para llegar a la terraza trasera, la cual, estaba en una torre con cristales color humo.

Antes de subir a la torre, crecidos de deseo sus labios se encontraban en ese beso suave, entre caricias furtivas, el cuello de ella gritaba su nombre, las manos de el reclamaban lo suyo, a tientas volvían a sentirse en ese remolino de pasión desenfrenada que en ese instante solo ellos podían brindarse, esas ganas conocidas de morderse la boca, de perderse en la piel. 

Cada cuatro semanas en la terraza sucedía un hecho extraño, se abría un vórtice que los llevaba a un lugar sin tiempo, donde el instinto era la única opción, los sabores y aromas eran para ellos la sensación de llenar ese instante... el recoger del aire esos aromas con su lengua, mientras respiraban sabor.

El se llenaba las manos de ella, ella tomaba de él lo mas preciado, ese premio que recibía por todo su cuerpo, en el vórtice sus gritos se volvían silencio, mientras gemidos ahogados rasgaban el aire...

Uñas que arañaban sin dejar huella, dientes que encajaban a la perfección en sus cuerpos sin marcarlos,  saliva y sudor tatuando su piel.

Dos perfectos extraños en esta vida, reconociendo su esencia de otra antes vivida, esa era la magia del vórtice en la torre de cristales color humo, cristales que se empañaban a cada jadeo, reflejando a media luz la ternura y fuerza con que se entregaban una al otro en esa cabalgata sin dueño, jadeos entrecortados en un vaivén de sus senos a su boca, besos, caricias...

Ly Rubio
Derechos Reservados

21:06 pm
23 Feb 2014

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